Los amores prohibidos siempre nos emocionan, porque en ellos se atisba un toque de amenaza. El ataque siempre está presente, el secreto cubre los cuerpos que ansían por encontrarse en un momento de pasión. Prohibir algo lo vuelve parte del deseo, mientras no es nombrado, no importa, pero cuando la mente sabe que existe y no puede tenerlo, la necesidad de poseerlo se desborda. Ya no podemos esperar más porque la intensidad es parte de lo que queremos el resto de nuestros días. Las paredes oyen, todos son capaces de destruir ese momento en tan sólo un instante, pero mientras eso ocurre, disfrutar de ese momento es lo único que importa porque sabemos que su prohibición no lo hará duradero y mucho menos eterno, ese romance, con una fuerza tan cósmica, se acabará en cualquier instante, pero mientras eso pase, los amantes se reúnen para hacer posible lo imposible.
Entre escritores, los romances no se hacen esperar. Con la misma intensidad que plasman sus mejores escritos, también viven la fuerza de un romance aventurero. Te presentamos aquellos romances que, durante su auge, causaron un escándalo en la sociedad conservadora y formaron parte del cotilleo de los más grandes círculos de la literatura.
Entre escritores, los romances no se hacen esperar. Con la misma intensidad que plasman sus mejores escritos, también viven la fuerza de un romance aventurero. Te presentamos aquellos romances que, durante su auge, causaron un escándalo en la sociedad conservadora y formaron parte del cotilleo de los más grandes círculos de la literatura.
Oscar Wilde una vez puso su mano sobre la rodilla de Walt Whitman y después, ambos bebieron vino de sáuco. Al otro día, Whitman contó a un reportero la historia de su grande y espléndido joven. Su amorío fue bien conocido por todos y fue mucho más que un simple toque de rodillas. La imagen de Walt Whitman hace difícil que lo imaginemos en un affair con el joven escritor de El retrato de Dorian Gray. Su historia es bastante conocida y uno de los mejores romances entre literatos.
Después de su romance con el viejo Walt Whitman, quien tenía 73 años, Oscar Wilde tuvo uno nuevo con el joven y guapo Alfred Douglas. Su idilio comenzó en 1892, mientras Wilde estaba casado y tenía dos hijos, continuaba su romance con el joven, con quien peleaba la mayoría del tiempo. Poco a poco, el romance se acabó, sobre todo cuando el padre de Douglas, el Marqués de Queensberry se dio cuenta que su relación era más que amistosa. El Marqués atacó públicamente al escritor, primero con un mensaje que dejó en su club favorito, el Albemarle, en el que lo acusó de sodomita.
El autor de grandes libros como David Copperfield, tuvo un romance con una joven actriz de 18 años. Su aventura acabó con su matrimonio de 22 años cuando su esposa, Catherine Dickens abrió un paquete que el joyero había dejado en su casa, la mujer pensó que se trataba de un regalo para ella, pero en realidad era un brazalete de oro para la joven Tenan, con una nota de su “marido”, lo que había hecho Dickens para conservar su buena reputación y fama. El escritor tuvo en secreto su romance hasta su muerte, en 1870.
El joven poeta Rimbaud escribía cartas de amor a Paul Verlaine, un hombre que estaba casado con una joven embarazada. Verlaine y Rimbaud comenzaron a tener largos episodios en los que bebían absenta, fumaban hachís y tenían furtivos encuentros sexuales, sin embargo, las cosas pronto comenzaron a deteriorarse, hasta que, en una de sus peleas, Verlaine disparó dos veces a su amante, hiriéndolo en la muñeca. Fue sentenciado a dos años de prisión. Rimbaud escribió A season in hell, en la que hace muchas referencias a su romance.
Parece extraño encontrar tantos nombres en el encabezado de un subtítulo, pero Mary Shelley visitaba a Lord Byron, mientras escribía su novela Frankenstein. A las afueras del lago Génova, acudía junto a su media hermana Claire y, se rumora que ellas dos y el esposo de Shelley, Percy, realizaban orgías con Byron.
Mientras que su relación con Jean Paul Sartre es una de las más sonadas, símbolo de libertad y ruptura de las reglas establecidas, Simone de Beauvoir también mantuvo una relación con el escritor estadounidense Nelson Algren, a quien le escribió intensas cartas de amor en las que le declaraba su amor y futura ruptura, en la que decía, la distancia era su más grande impedimento.
En las últimas cartas que escribió Salvador Dalí, hizo hincapié a la relación que mantuvo con Federico García Lorca. Su nombre era impronunciable en la casa del pintor mientras la mujer de Dalí, Gala, estuviera en ella. En sus cartas, se leen insinuaciones sexuales y entre líneas, se esbozan las realidades que no están plasmadas con las letras.
Fuente: Cultura Colectiva
Fuente: Cultura Colectiva